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jueves, 23 de diciembre de 2010

Si no sabes ser débil serás derrotado

g2010

Ayer asistí a la graduación de los alumnos que concluyeron sus estudios en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático. Parte pequeña de un grupo que llegó a las aulas con ojos expectantes hace por lo menos cinco años. Entonces no sabían en qué mundo se metían. La mayoría de ese grupo llegaba seducido por la posibilidad de ser famoso y trabajar poco o nada; esa mayoría, al poco tiempo, advirtiendo que perseguían una quimera, se marchó como llegaron.

Los tuve en mi aula en sus primeras clases y el primer libro que les pedí leer: El arte de la guerra les provocó una serie de interrogantes desde el título: ¿Qué tenía que ver el arte de la guerra con estudiar teatro? Hoy no tengo que explicarles qué significa “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después”. Ya son un ejército victorioso, pueden entablar la batalla por la vida.

Ahora, al recibirlos como colegas, permítanme repasar la lectura: “no sólo es necesario evaluar las condiciones del propio comando sino también las del comando enemigo”. ¿Una interpretación contemporánea? El llamado análisis FODA se aproxima bastante.


¿Por qué digo se aproxima? Porque no se puede compartimentar así la idea de Sun tzu. El puño deja de serlo si se abre la mano.

Analizar así la realidad podría inducirnos a creer que las debilidades y las amenazas pueden ser “eliminadas”; ¿se puede eliminar la noche, el invierno y sólo disfrutar del día y el verano?

La visión oriental está representada por el símbolo del Ying-Yang: cada cosa depende de su opuesto para su existencia.

El asunto no es, pues, no tener problemas. Como diría un amigo: “Mucho malo”, problema; “mucho bueno”, problema; mucha razón, problema; mucha emoción, problema.

Si así están las cosas, entonces, ¿cómo actuar? La respuesta se encuentra en el mismo texto que, siguiendo su estilo, habla de lo que no habla: "Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado". Actuar con el tiempo: de día, actividad; de noche, descanso. Alternar la actividad con el descanso: mucha actividad, problema; mucho descanso, problema; etc., etc.

sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Cómo se hace un taller?

Hace unos días, persuadido por algunos alumnos y amigos, me animé a desarrollar un seminario sobre didáctica del mimo dirigido a quienes ofrecen o quieren ofrecer talleres de este arte. 

¿Cómo se hace un taller? La demanda lleva implícita una actitud responsable no muy frecuente porque lo común es que se participe en un taller y al concluir se ofrezca "como propio" lo que se recibió en él.

Si bien es cierto, cualquiera enseña: los padres a los hijos, los hijos a los padres, los amigos, los enemigos. "Enseñar" es algo un poco más complejo, exige tener claridad en algunas cosas: es necesario saber cómo es que aprendemos, qué procedimientos son más eficaces para enseñar; tener metas claras, principios, planes, un programa de estudios. Así, el problema de la enseñanza se complica un poco más, pero no deja de ser un rol común al ser humano.

Ésta no es una crítica a quienes inician un taller a ciegas. Seguramente te pasó, o pasa, una de estas dos cosas:

1) Te solicitan unas lecciones de eso que acaban de verte hacer (me pasó a mí) y, aunque no eres profesor, tienes que decidir entre negarte o aceptar. Si te niegas dirán que eres un egoísta, que quieres el conocimiento para ti solo.
2) Sabes algo que quieres compartir y te ves enfrentado al problema de no saber cómo ofrecer la lección.

No te ofrezco la panacea pedagógica, sólo treinta años de experiencia y algunos resultados que me animan a decirte que esto que aprendí estudiando y enseñando te puede servir.

Conversando sobre esto, otros amigos me cuestionaron: ¿por qué sólo para mimos? Tuve que reconocer que en verdad no era sólo para mimos. Porque, si bien esta experiencia estará particularizada por ese enfoque, lo que vamos a tratar y desarrollar es semejante a cualquier situación de enseñanza–aprendizaje que se podría presentar en una relación maestro–alumno. Así que, las orientaciones que alcanzaré sobre la didáctica son de uso en un taller de mimo, de teatro, expresión corporal, malabarismo, etc.

sábado, 15 de mayo de 2010

Mimo al paso

Contraviniendo las indicaciones de mi médico, me encontraba disfrutando plácidamente de un cappuccino en el Café de la Paz cuando un amigo, actor, se presenta y sin más trámite me pregunta:

— ¿Por qué tendría que estudiar mimo?
— ¡Porque te da la gana!
— En serio — insiste
— Hablo en serio

Entonces, se sienta, pide un café y me mira esperando, claramente, una respuesta. Sin más alternativa le digo, citando a alguien que él conoce:

— En su momento, el más socorrido referente contemporáneo de la expresión corporal, el maestro húngaro Rudolf Von Laban, dijo que el teatro se desarrolló a partir del mimo como representación de movimientos interiores por medio de movimientos exteriores. Opinaba que demasiadas palabras y demasiada música podían arrojar sombras sobre la verdad de ese despliegue de esfuerzos, que el interprete desarrolla por medio de sus acciones físicas. Por su parte, Denis Diderot: “No se puede representar sin mimo… Del mimo dependerá la duración de las escenas y tomará color todo el drama... El mimo es el cuadro que existía en la fantasía del poeta cuando escribía...”

— ¡Ya! ¿Dónde das clases?
— En la ENSAD
— Mejor en mi casa…

Pide la cuenta y me propone horarios…