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lunes, 4 de agosto de 2008

A los que llegan

Enseñar no es imponer a otro los propios caminos o hallazgos...

A los artistas nos interesa el momento creador, ese momento tan esquivo a los genios. Es inútil esperar que acuda a nosotros así porque sí, tenemos que preparar las condiciones y después de mucho trabajo tal vez llegue la inspiración.

Leí algo como: "el arte, como la ciencia, desarrolla unos procedimientos, unas técnicas. Con ellas, los artistas y los científicos, partiendo de las diversas experiencias que nos ofrece la vida pretendemos comprender el mundo, hacer una valoración de él y transmitirlo a otras personas. Pero existe una diferencia esencial entre el arte y la ciencia: los científicos estudian las percepciones de los sentidos para descubrir leyes o conceptos que reflejen una verdad universal, los artistas seleccionamos las percepciones y las ordenamos de forma que manifiesten nuestra propia comprensión personal y cultural".

¿Cómo hacemos esto? No existe un método, el arte tiene tantos como artistas lo cultiven. Sólo sé cómo lo hice algunas veces, pero no tengo la menor idea de cómo lo haré en una nueva oportunidad.

Arribo pues con esta doctrina. Creo que sería una irresponsabilidad como vuestro profesor pretender inculcarles mi modo de hacer las cosas pues es poco probable que encuentren, en el ejercicio de la profesión, colegas que trabajen así. Las cosas que me sirvieron, o que aún me sirven, no tienen necesariamente que serles útiles; lo más probable es que no les sirva. Vengo a hacer las cosas como las “haremos nosotros”, no a desarrollar mí forma ni la de otros.

A juzgar por lo que dicen los estudiosos; el Maestro más socorrido por todos, Constantín Stanislavski, aparentemente no fue comprendido ni por Lee Strasberg (sumo sacerdote del método). No intentaré pues un camino semejante.

¿Cómo nos orientaremos? Lo común es pensar de una manera y actuar de otra. Pero creo que en un artista lo externo debe ser consecuencia de lo interno, por eso demandaré que nuestras acciones sean consecuencia de nuestras convicciones.

jueves, 10 de abril de 2008

Hablando de fotografías

¿Cuántas veces, las fotografías, cederán su valor intrínseco a los sucesos intrascendentes en ellas captadas? ¿Cuántas veces, para la historia, los fotógrafos habrán convertido en arte obras insignificantes?

Este oficio mío, el de mimo, que mis mejores amigos me aconsejaron dejar para dedicarme a algo más seguro, me ha permitido alcanzar muchas de las cosas que ellos quisieran disfrutar; una de ellas: viajar y asistir a eventos artísticos inolvidables. Por supuesto también concurrí a los otros, a esos que lamenté asistir. Pero hoy, recordando, mientras veía algunos retratos en programas, revistas, afiches, me preguntaba: ¿Cuántos de estos espectáculos serán recordados y, tal vez, puestos de ejemplo gracias a estas imágenes? Y muchas corresponden a obras cuyo costo de entrada quisiera que me devuelvan para enviárselo al fotógrafo.

 


sábado, 8 de marzo de 2008

Sólo para reflexionar

Los seres humanos nos consideramos especiales, singulares, diferentes de lo común o general; nos llamamos los reyes de la creación. Lo especial juega un rol trascendente en nuestras vidas, nos es caro hablar de individualidad y, en procura de ella, de nuestra singularidad; hacemos nuestra una conducta particular. Y no es difícil comprobarlo.

En el desarrollo de nuestras vidas nos preocupamos por una tarea en la que nos distinguimos en la preparación o confección de algo y en la cual nos especializamos. En las ciencias, en las artes, en el deporte. Incluso en cada uno de estos ámbitos. En las ciencias: ingeniería, medicina. En ingeniería: civil, mecánica, eléctrica; etc.

No digo nada nuevo enumerando las áreas en las que nos especializamos.

Veamos en el deporte: atletismo, futbol, vóleibol, etc. En el atletismo: 100, 200, 400, 800, 1500 metros planos; salto largo, salto alto, salto triple, jabalina, bala, etc. En futbol: ar-quero, defensa, delantero. 

A ningún entendido se le ocurriría pedirle a un atleta que se prepare para todas las pruebas. Claro, los hay quienes participan en triatlones, pentatlones o decatlones; pero ellos jamás lograrán marcas superiores a las alcanzadas por los especialistas.

Y quienes optamos por el arte también nos especializamos en: música, danza, pintura, escultura, teatro... En el teatro también: actuación, dramaturgia, dirección. ¡El actor! ¿Se aventuraría alguien a sugerirle, al actor, especializarse? No. Esa iniciativa se consideraría una limitación. La prédica es que un actor debe ser capaz de hacer cualquier personaje.

Menudo lío tiene el novel estudiante de actuación tratando de conocer sus medios y adquirir destreza en su manejo y ya tiene que pensar en cómo resolver imposibles. ¿Por qué, des-de entonces, se le dice que debe ser capaz de hacer cualquier personaje?

El estudiante debería ir conociendo sus posibilidades desde su etapa formativa para desarrollarlas al máximo. Conocer, por ejemplo, su imagen; pues es con ella con la que compondrá personajes. Erróneamente, en mi opinión, comienza por estudiar modelos cuya talla no le va.

Además es a él a quien el público acudirá a ver, no a las sombras que haga. Las copias no tienen el mismo valor que el original, es más: no tienen valor.

La pintura de color verde pinta de color verde. Nadie lo usa como rojo, salvo los daltónicos.