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lunes, 14 de febrero de 2022

Mi amigo, el marqués


Juan Piqueras
Cuando por fin nos dejaron poner un pie en la calle, uno de los lugares que visité fue Barranco. Al comenzar a descender por Bajada de Baños, aunque quise pasar de largo, me detuve frente a esa casa blanca de puertas y ventanas azules en la que innumerables veces había sido recibido efusivamente por Juan y Carmen Piqueras. Asimismo, recordé las muchas veces que, sentados en ese corredor, veíamos bajar y subir a los transeúntes mientras conversábamos de las cosas que pasaban en el país, del último libro que habíamos leído, de la última obra de teatro que habíamos visto y, casi sin querer, de mimo. 

Sonriendo, sólo para mi, recordé también las bromas que le gastábamos a Carmen, cuando yo llamaba por teléfono:
–Aló
–Con el poeta de los sueños azules, por favor
–¿Con quién?
–Tenga la amabilidad de informarle que le llama el poema sin color.
En el silencio de mi habitación, alcanzaba a oír claramente, a través del auricular, a Juan:
–¿Quién llama?
–¡Un loco! Pregunta por el poeta de los sueños azules –Oía, entonces, los pasos de Juan acercándose, tomar el teléfono y...
–¿Cómo está usted mi querido y dilecto amigo?
–No tan bien como usted, ilustrísimo marqués del Puente de los Suspiros y Miramar.
–¿Quién es? –Alcanzaba a oír que preguntaba, intrigada, Carmen.
–¡El vizconde de Yerbateros! –Le informaba, protocolario, mi tocayo.
–Par de locos. ¡Juanes tenían que ser! –Profería Carmen, mientras se alejaba. 
E iniciábamos una larga charla que terminaba con mi promesa de visitarlos y disfrutar un café en el corredor.


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