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sábado, 15 de mayo de 2010

Mimo al paso

Contraviniendo las indicaciones de mi médico, me encontraba disfrutando plácidamente de un cappuccino en el Café de la Paz cuando un amigo, actor, se presenta y, sin más trámite, me pregunta:

—¿Por qué tendría que estudiar mimo?
—¡Porque te da la gana!
—En serio —insiste.
—Hablo en serio.

Entonces, se sienta, pide un café y me mira esperando, claramente, una respuesta. Sin más alternativa le digo, citando a alguien que él conoce: 

—En su momento, el más socorrido referente contemporáneo de la expresión corporal, el maestro húngaro Rudolf Von Laban, dijo que el teatro se desarrolló a partir del mimo como representación de movimientos interiores por medio de movimientos exteriores. Opinaba que demasiadas palabras y demasiada música podían arrojar sombras sobre la verdad de ese despliegue de esfuerzos que el intérprete desarrolla por medio de sus acciones físicas. Por su parte, Denis Diderot: “No se puede representar sin mimo… Del mimo dependerá la duración de las escenas y tomará color todo el drama... El mimo es el cuadro que existía en la fantasía del poeta cuando escribía...”

—¡Ya! ¿Dónde das clases?
—En la ENSAD.
—Mejor en mi casa…

Pide la cuenta y me propone horarios…

viernes, 1 de enero de 2010

SÓLO PARA MIMOS: USO DEL ESPACIO



Para variar, una vez más este verano, había planeado tenderme como una lagartija al sol en una de las playas del norte, pero algunos amigos me han hecho creer que hacer este seminario sobre mimo es importante para nuestro arte. Veremos.

No soy amigo de los talleres porque estos suelen crear expectativas inmediatas. Prefiero que las cosas se hagan a su tiempo, en el tiempo de cada uno de los participantes. Así pues, las clases que dictaré este verano sobre el uso del espacio por el mimo tendrán carácter de seminario porque, básicamente, realizaremos un trabajo de investigación.

En nuestro medio, hace mucho tiempo que los mimos desarrollamos nuestro trabajo en espacios no convencionales. Hasta hoy, el sentido común nos ha auxiliado en esta tarea, pero no todos podemos resolver las cosas así; algunos necesitamos prepararnos para poder avanzar: seguridad técnica.

¿Qué queremos decir? ¿A qué distancia? Son algunas de las preguntas que nos plantearemos y ante las cuales ensayaremos algunas respuestas. Digo ensayaremos porque no enseñaré cómo se hace, sino cómo buscar la respuesta. Procuraré que de nuestras reuniones surjan lecciones útiles para cualquier circunstancia.

Comenzaremos el próximo lunes 11 de enero, a las 3 de la tarde, en un aula de ENSAD.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Seminario, día 1

 Miércoles, 16 de setiembre de 2009
A una semana de la primavera, aún con frío

Obviando algunos lugares comunes, de esperarse en una reunión de personas que nos dedicamos a lo mismo, registro algunas frases que seguramente hemos escuchado y/o pronunciado muchas veces; pero pocas, realmente, les hemos prestado atención.

Atrapado en su locuacidad argentina, no por eso falsa, Jorge Eines nos recuerda, en la primera de diez sesiones, de qué se trata el trabajo de la formación del actor.

Hace algunos años, conversando con el Maestro búlgaro Chavdar Krestev, anotaba como conclusión de nuestras pláticas: el teatro no es la vida, es otra vida. Al pie, anoté una pregunta: ¿cómo hacer para que nazca esa otra vida? Durante mucho tiempo he ensayado algunas respuestas; ayer, Jorge Eines expresó una que, por el momento, me parece responderla: imaginar es nacer a algo que no existe.

¡Imaginación! No es patrimonio del Arte; la ciencia no existiría sin ella, tampoco la filosofía; pero nosotros la olvidamos con demasiada frecuencia, encandilados por el raciocinio. La imaginación permite visualizar experiencias (lugares, personas, objetos e incluso emociones) con libertad.

La memoria es retrospectiva, recuerda; la imaginación es prospectiva, construye; la primera inmoviliza; la segunda lleva a la acción. De lo dicho, se comprende fácil: la respuesta cierra; la pregunta abre. Conflicto en el cuerpo, no en la palabra. Entender un texto es entender un texto; actuarlo, otra cosa. El cuerpo es el lugar donde se expresa la imaginación.

La técnica construye una poética. En la acción registré su ejercicio sobre el trabajo previo. Espero, superando la pereza, desarrollarlo. En tanto, aquí, sintética:

Autónomo: moverse para encontrar tensiones “personales” y “liberarse de ellas”.
Gimnasia emocional: búsqueda de lo que, emocionalmente, los cuerpos de los personajes ocultan. ¿Búsqueda de las “tensiones” de los personajes?
Ritual: conflicto corporal, “sin violencias”.

Para concluir, por hoy, recuerdo: en cierta ocasión, conversando con un profesor, agradeciéndole por sus enseñanzas, le dije que era un gran maestro; él me respondió que eso sólo había sido posible porque había tenido un buen alumno. Entonces lo tomé como una cortesía de su parte. Después, ya ejerciendo la docencia, fui encontrando el sentido de esas palabras, sentido que hoy calzó exacto cuando Jorge Eines dijo: cuanto más trabajan los alumnos, más trabaja el profesor.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sé sincero; sé artista*

Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario que te acerques más a él. Bien sé que no todos podemos aspirar a crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos expresarnos, abrir causes al caudal que circula en nuestro interior y pugna por exteriorizarse. Y ¿hay acaso forma mejor de hacerlo que por intermedio de “las artes”? No pretendas, si no tienes capacidad para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones imposibles, pero, no por ello, renuncies a manifestarte a través de las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe, pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce sencillo de ser tú verdaderamente. Verás como lo que hagas, despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá conocerte mejor y acercarte más a ti mismo, al verdadero ser que llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad, los prejuicios y el miedo.

Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de lugar, con no pensar en la opinión de los demás y con entregarse al placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo, generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo.

Escribe aunque no “sepas” hacerlo, pinta aunque, al comienzo, te parezca imposible, canta, si lo deseas; hazlo todo por ti mismo, entregándote a esas actividades con sencillez, con amor y con ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás.

*Seguín, C. A. (1993) Tú y la medicina. Lima. Editorial Poniente

lunes, 4 de agosto de 2008

A los que llegan

Enseñar no es imponer a otro los propios caminos o hallazgos...

A los artistas nos interesa el momento creador, ese momento tan esquivo para los genios. Es inútil esperar que acuda a nosotros así porque sí; tenemos que preparar las condiciones y, después de mucho trabajo, tal vez llegue la inspiración.

Leí algo como: "El arte, como la ciencia, desarrolla unos procedimientos, unas técnicas. Con ellas, los artistas y los científicos, partiendo de las diversas experiencias que nos ofrece la vida, pretendemos comprender el mundo, hacer una valoración de él y transmitirlo a otras personas. Pero existe una diferencia esencial entre el arte y la ciencia: los científicos estudian las percepciones de los sentidos para descubrir leyes o conceptos que reflejen una verdad universal; los artistas seleccionamos las percepciones y las ordenamos de forma que manifiesten nuestra propia comprensión personal y cultural".

¿Cómo hacemos esto? No existe un método; el arte tiene tantos como artistas lo cultiven. Sólo sé cómo lo hice algunas veces, pero no tengo la menor idea de cómo lo haré en una nueva oportunidad.

Arribo, pues, con esta doctrina. Creo que sería una irresponsabilidad, como vuestro profesor, pretender inculcarles mi modo de hacer las cosas, pues es poco probable que encuentren, en el ejercicio de la profesión, colegas que trabajen así. Las cosas que me sirvieron, o que aún me sirven, no tienen necesariamente que serles útiles; lo más probable es que no les sirvan. Vengo a hacer las cosas como las “haremos nosotros”, no a desarrollar mi forma ni la de otros.

A juzgar por lo que dicen los estudiosos, el Maestro más socorrido por todos, Constantín Stanislavski, aparentemente no fue comprendido ni por Lee Strasberg (sumo sacerdote del método). No intentaré, pues, un camino semejante.

¿Cómo nos orientaremos? Lo común es pensar de una manera y actuar de otra. Pero creo que en un artista lo externo debe ser consecuencia de lo interno; por eso, demandaré que nuestras acciones sean consecuencia de nuestras convicciones.

jueves, 10 de abril de 2008

Hablando de fotografías

¿Cuántas veces, las fotografías, cederán su valor intrínseco a los sucesos intrascendentes en ellas captadas? ¿Cuántas veces, para la historia, los fotógrafos habrán convertido en arte obras insignificantes?

Este oficio mío, el de mimo, que mis mejores amigos me aconsejaron dejar para dedicarme a algo más seguro, me ha permitido alcanzar muchas de las cosas que ellos quisieran disfrutar; una de ellas: viajar y asistir a eventos artísticos inolvidables. Por supuesto también concurrí a los otros, a esos que lamenté asistir. Pero hoy, recordando, mientras veía algunos retratos en programas, revistas, afiches, me preguntaba: ¿Cuántos de estos espectáculos serán recordados y, tal vez, puestos de ejemplo gracias a estas imágenes? Y muchas corresponden a obras cuyo costo de entrada quisiera que me devuelvan para enviárselo al fotógrafo.

 


sábado, 8 de marzo de 2008

Sólo para reflexionar

Los seres humanos nos consideramos especiales, singulares, diferentes de lo común o general; nos llamamos los reyes de la creación. Lo especial juega un rol trascendente en nuestras vidas, nos es caro hablar de individualidad y, en procura de ella, de nuestra singularidad; hacemos nuestra una conducta particular. Y no es difícil comprobarlo.

En el desarrollo de nuestras vidas nos preocupamos por una tarea en la que nos distinguimos en la preparación o confección de algo y en la cual nos especializamos: en las ciencias, en las artes, en el deporte. Incluso en cada uno de estos ámbitos. En las ciencias: ingeniería, medicina. En ingeniería: civil, mecánica, eléctrica, etc.

No digo nada nuevo enumerando las áreas en las que nos especializamos.

Veamos en el deporte: atletismo, futbol, vóleibol, etc. En el atletismo: 100, 200, 400, 800, 1500 metros planos; salto largo, salto alto, salto triple, jabalina, bala, etc. En futbol: arquero, defensa, delantero.

A ningún entendido se le ocurriría pedirle a un atleta que se prepare para todas las pruebas. Claro, los hay quienes participan en triatlones, pentatlones o decatlones; pero ellos jamás lograrán marcas superiores a las alcanzadas por los especialistas.

Y quienes optamos por el arte también nos especializamos en: música, danza, pintura, escultura, teatro... En el teatro también: actuación, dramaturgia, dirección. ¡El actor! ¿Se aventuraría alguien a sugerirle al actor especializarse? No. Esa iniciativa se consideraría una limitación. La prédica es que un actor debe ser capaz de hacer cualquier personaje.

Menudo lío tiene el novel estudiante de actuación tratando de conocer sus medios y adquirir destreza en su manejo, y ya tiene que pensar en cómo resolver imposibles. ¿Por qué, desde entonces, se le dice que debe ser capaz de hacer cualquier personaje?

El estudiante debería ir conociendo sus posibilidades desde su etapa formativa para desarrollarlas al máximo. Conocer, por ejemplo, su imagen; pues es con ella con la que compondrá personajes. Erróneamente, en mi opinión, comienza por estudiar modelos cuya talla no le va.

Además, es a él a quien el público acudirá a ver, no a las sombras que haga. Las copias no tienen el mismo valor que el original; es más, no tienen valor.

La pintura de color verde pinta de color verde. Nadie lo usa como rojo, salvo los daltónicos.

jueves, 11 de octubre de 2007

El teatro ha muerto

¡El teatro ha muerto! No es posible que, habiéndose desarrollado la tecnología, aún se siga haciendo arte como hace dos mil años; hacer teatro hoy es como escribir con plumas de ganso teniendo una computadora. Así me despidió un amigo hace unos días. Entonces recordé que, en una oportunidad, en el frontis de una universidad norteamericana, apareció cierta mañana el siguiente anuncio: "Dios ha muerto", firmado: Nietzsche; tiempo después, en el mismo lugar, apareció este otro mensaje: "Nietzsche ha muerto", firmado: Dios. Me pregunto, ¿el teatro se acordará de anunciar la muerte de mi amigo? Ha llegado el año 2007 y tengo la convicción de que en el 3000 y los siguientes, el teatro seguirá ofreciendo al hombre el espacio y la libertad para decir lo que quiera decir, hacer lo que quiera hacer y ser lo que quiera ser.

sábado, 11 de agosto de 2007

¡Puntualidad!

Ayer asistí al estreno de una obra de teatro. Acudí con tiempo para adquirir mis entradas y tomar un café con los amigos que, como uno, también se sienten de fiesta en estas ocasiones.

Diez minutos antes de la hora programada hacíamos fila para ingresar a la sala. Media hora más tarde nos preguntábamos por qué nos tenían esperando. ¿Nos estaban preparando para algo? Minutos después escuchamos un «¡mierda!» a coro (señal inequívoca de que los actores aún no estaban listos). Entonces pregunté a mis amigos: ¿desde cuándo es parte del espectáculo lanzar una interjección de esa naturaleza? Conservo como algo íntimo desearse suerte, algo apenas perceptible que no me saque de concentración, definitivamente inaudible para el público.

Cuando ingresamos habían transcurrido cuarenta minutos de espera. En la sala aguardamos otros diez minutos.

El teatro busca transmitir, manifestar, exponer, interesar, comunicar. La comunicación es un acto creativo. En el teatro (en este acto) el público participa activamente, no es un simple receptor; él crea con el actor. En la página 51 de El trabajo del actor sobre sí mismo, Constantin Stanislavski dice: “Es difícil despertar el deseo creador, pero destruirlo es extraordinariamente fácil”. Cuando finalmente se dio inicio a la obra, nuestro ánimo había cambiado, nuestras expectativas por ver la obra habían cedido al mal humor.

miércoles, 20 de abril de 2005

Alegato

No quiero que la forma en que hago mi trabajo sirva de plantilla, por eso ese asunto no está incluido en estos apuntes, sólo estas consideraciones.

Cada vez que he iniciado un proyecto artístico lo he hecho con quienes voluntariamente aceptaban experimentar conmigo. Partíamos de cero. Eso me facilitó muchísimo la tarea: no tuve que lidiar con prejuicios ni estructuras ajenas.

Las dificultades las he tenido con alumnos, o con personas, que querían "aprender". Venían a mí como a un dispensador. No han sido pocas las veces que alguien tocó la puerta de mi clase para preguntarme si podía enseñarle a "subir escaleras": querían “adquirir un producto”.

En otra parte de estos apuntes he referido mi distancia del "sistema" del "método" y de cualquier procedimiento desarrollado por otros. Respecto de esto siempre me he sentido como un zurdo a quien quieren obligar a ser diestro para servir la mesa por el lado derecho. En nuestras escuelas, no nos preparamos para hacer nuestro arte con nuestros medios. Somos encaminados para ejecutar artes ajenas con medios ajenos, y si los maestros hemos sido formados en las llamadas sociedades desarrolladas, la cosa es peor. Dice Frantz Fanon, en su obra "Los condenados de la tierra", que no hay mejor defensor de las culturas colonialistas que el colonizado que ha sido entrenado por el colono; pues una vez adquiridas las pautas de conducta, valores, creencias e ideologías del colonizador, el colonizado resultaba, en la práctica, "más papista que el Papa". En el mencionado libro, Fanon dice textualmente: "El intelectual colonizado, en el momento mismo en que se inquieta por hacer una obra cultural no se da cuenta de que utiliza técnicas y una lengua tomadas al ocupante. Se contenta con revestir esos instrumentos de un tono que pretende ser nacional, pero que recuerda extrañamente al exotismo. El intelectual colonizado que vuelve a su pueblo a través de las obras culturales se comporta de hecho como un extranjero. Algunas veces no vacilará en utilizar los dialectos para manifestar su voluntad de estar lo más cerca posible del pueblo, pero las ideas que expresa, las preocupaciones que le invaden no tienen nada en común con la situación concreta que conocen los hombres y mujeres de su país". Si bien, lo afirmado por Fanon, está referido a la cultura negra y su relación con Europa y no se ajusta estrictamente a nuestra situación, sí nos permite entender algunas de nuestras prácticas. Por ejemplo, nuestra escuela de música enseña a los estudiantes de canto una técnica para interpretar canciones europeas y se enorgullecen de alcanzar algún pequeño éxito en ello. Lo mismo pasa con los estudiantes de instrumentos musicales. Parece que nadie se da cuenta de que dicha tarea la realizan mejor los europeos porque es su creatura.

La alienación a la que estamos sujetos nos hace creer que esa música es superior a la nuestra y por eso creemos que para "culturizarnos", debemos previamente despreciar lo autóctono. Para ello nuestras escuelas colaboran y nos convertimos en enemigos de nuestro arte musical y hasta hay quienes terminan orgullosos de su alienación. Y sucede algo paradójico: que a cualquier estudiante de música europeo le guste y termine sabiendo más de nuestro acervo musical que nuestros músicos académicos.

Soy testigo de que cuando algún músico peruano intenta difundir sus creaciones musicales, las mayores resistencias las encuentra en sus colegas paisanos que jamás se atrevieron a producir sonidos propios; quienes, además, se convierten en sus más feroces críticos. Olvidando o ignorando que todo lo que nace necesita protección . Recuerdo una anécdota: en una oportunidad estando en Berlín (en la parte ocupada por los norteamericanos) quise comprar música tradicional alemana. Quien me atendía me preguntó por las características de lo que quería. Le dije que sólo me interesaba que fuera buena. Entonces me replicó: si es música tradicional alemana no puede ser buena, y puso en mis manos unos catálogos de música country norteamericana.

El cultivo y difusión del arte musical italiano, alemán, austriaco, etc., es responsabilidad de ellos, no necesitan nuestra ayuda ni nuestra preocupación. ¿Por qué trabajamos para ellos? ¿Por qué derrochamos nuestros magros medios en eso? No estoy en contra de la música europea, la disfruto frecuentemente. Digo que su cultivo y difusión no es tarea nuestra. Tenemos que hacer nuestra la tarea de cultivar, desarrollar y difundir, nuestro arte musical. Basta de seguir siendo personajes exóticos en espacios artísticos ajenos.

Hace unos años hubo en Lima una campaña promovida y apoyada por nuestros cultos para mantener en el aire una emisora nacional que difunde esa música, no recuerdo una acción ni remotamente parecida cuando se trata de música autóctona peruana.

Lo mismo pasa con la Escuela de Ballet. No desarrolla, no trabaja una técnica para interpretar nuestras danzas. Es fácil darse cuenta de eso cuando nuestros bailarines pretenden hacer coreografías peruanas parándose en puntitas de pie. Qué beneficio le reporta eso a nuestro arte. El que se sigue nutriendo con nuestro esfuerzo y nuestro talento es el ya saciado arte europeo. No me aplacan los aparentes éxitos alcanzados por algunos. Lo único que consigue la cultura peruana con eso es una piedra más sobre el túmulo que le vamos edificando. Si seguimos por ese camino nunca superaremos el nivel del remedo. Bien decía Sebastián Salazar Bondy: somos la cultura de la copia.

La actuación no es la excepción, aún no hemos conseguido dar un verdadero paso en el propósito de formar artistas del arte escénico peruano. Fanon dice: "no puede avanzarse resueltamente, sino cuando se toma conciencia primero de la enajenación". Por su parte, Lao Tse dictamina en uno de sus aforismos: “Quien se conoce a sí mismo es fuerte”. Conocerse es la raíz. Y como toda raíz, mientras más profundo sea el conocimiento de nosotros mismos, mejor será nuestro desarrollo.

Sé que lo común es pensar de una manera y actuar de otra, aceptar la teoría y resistirse a la práctica. Debemos superar esto. En un ejercicio como el nuestro, en el que el lenguaje carece de eufemismos, una persona así está limitada. Busquemos que lo externo sea una consecuencia de lo interno.

Además, el shock producido por las permanentes novedades alcanzadas por la tecnología descarga su aspecto negativo en nosotros. Es frecuente oír decir a nuestros alumnos: "ya hicimos ese ejercicio" (como si ya no les sirviera). Ese alegato corresponde a la conducta a que nos induce el mercado que oferta el avance tecnológico de nuestros tiempos que en lapsos muy breves, y aparentemente sin ningún esfuerzo, nos presenta hechos que hacen "obsoletos" los logros de hace unos días. Por supuesto, confundimos las cosas —el accidente desplaza a la esencia— y no nos damos cuenta de que el fruto ha mejorado gracias a un mejor manejo de la herramienta. La pieza que hace posible la consecución de estas mejoras sigue siendo la misma: la lógica binaria propuesta en el Siglo XVII por Gottfried Wilhelm von Leibniz, filósofo, matemático y estadista alemán. No nos damos cuenta de eso y queremos sólo el producto olvidando que éste es consecuencia de la destreza, de la habilidad alcanzada a través de la práctica reiterada en lo elemental. El músico practica sus escalas toda la vida; el plástico, la línea, etc. Para ser diestros, debemos entrenar. Tenemos que trabajar permanentemente en nuestra movilidad articular y en la construcción de nuestro lenguaje.

Arcos, J. (2001). Mimo elemental. Lima: Ed. Corazón de Oso