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jueves, 26 de agosto de 2010

Didáctica del mimo


Tal vez a ti te pasó lo mismo que a mí: que siendo mimo, más de uno se acercó a que le enseñes el arte. Y hubieras querido hacerlo, pero dijiste que no porque no sabías cómo enseñar. Después, reflexionaste un poco y decidiste aprender en la práctica, porque enseñando se aprende. Pero aún conservas algunas dudas e inseguridades. No te ofrezco resolverte todas las dudas, pero sí darte algunas seguridades: de qué se trata el mimo, y métodos y estrategias eficaces para desarrollar el proceso enseñanza-aprendizaje pertinente en nuestro arte.

Nuestro arte merece que proliferen mimos sólidamente formados, y tú puedes hacerlo.
Si estás interesado en participar en este seminario, envía un mail a: escuelademimo @ gmail.com

sábado, 15 de mayo de 2010

Mimo al paso

Contraviniendo las indicaciones de mi médico, me encontraba disfrutando plácidamente de un cappuccino en el Café de la Paz cuando un amigo, actor, se presenta y, sin más trámite, me pregunta:

—¿Por qué tendría que estudiar mimo?
—¡Porque te da la gana!
—En serio —insiste.
—Hablo en serio.

Entonces, se sienta, pide un café y me mira esperando, claramente, una respuesta. Sin más alternativa le digo, citando a alguien que él conoce: 

—En su momento, el más socorrido referente contemporáneo de la expresión corporal, el maestro húngaro Rudolf Von Laban, dijo que el teatro se desarrolló a partir del mimo como representación de movimientos interiores por medio de movimientos exteriores. Opinaba que demasiadas palabras y demasiada música podían arrojar sombras sobre la verdad de ese despliegue de esfuerzos que el intérprete desarrolla por medio de sus acciones físicas. Por su parte, Denis Diderot: “No se puede representar sin mimo… Del mimo dependerá la duración de las escenas y tomará color todo el drama... El mimo es el cuadro que existía en la fantasía del poeta cuando escribía...”

—¡Ya! ¿Dónde das clases?
—En la ENSAD.
—Mejor en mi casa…

Pide la cuenta y me propone horarios…

viernes, 1 de enero de 2010

SÓLO PARA MIMOS: USO DEL ESPACIO



Para variar, una vez más este verano, había planeado tenderme como una lagartija al sol en una de las playas del norte, pero algunos amigos me han hecho creer que hacer este seminario sobre mimo es importante para nuestro arte. Veremos.

No soy amigo de los talleres porque estos suelen crear expectativas inmediatas. Prefiero que las cosas se hagan a su tiempo, en el tiempo de cada uno de los participantes. Así pues, las clases que dictaré este verano sobre el uso del espacio por el mimo tendrán carácter de seminario porque, básicamente, realizaremos un trabajo de investigación.

En nuestro medio, hace mucho tiempo que los mimos desarrollamos nuestro trabajo en espacios no convencionales. Hasta hoy, el sentido común nos ha auxiliado en esta tarea, pero no todos podemos resolver las cosas así; algunos necesitamos prepararnos para poder avanzar: seguridad técnica.

¿Qué queremos decir? ¿A qué distancia? Son algunas de las preguntas que nos plantearemos y ante las cuales ensayaremos algunas respuestas. Digo ensayaremos porque no enseñaré cómo se hace, sino cómo buscar la respuesta. Procuraré que de nuestras reuniones surjan lecciones útiles para cualquier circunstancia.

Comenzaremos el próximo lunes 11 de enero, a las 3 de la tarde, en un aula de ENSAD.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Seminario, día 1

 Miércoles, 16 de setiembre de 2009
A una semana de la primavera, aún con frío

Obviando algunos lugares comunes, de esperarse en una reunión de personas que nos dedicamos a lo mismo, registro algunas frases que seguramente hemos escuchado y/o pronunciado muchas veces; pero pocas, realmente, les hemos prestado atención.

Atrapado en su locuacidad argentina, no por eso falsa, Jorge Eines nos recuerda, en la primera de diez sesiones, de qué se trata el trabajo de la formación del actor.

Hace algunos años, conversando con el Maestro búlgaro Chavdar Krestev, anotaba como conclusión de nuestras pláticas: el teatro no es la vida, es otra vida. Al pie, anoté una pregunta: ¿cómo hacer para que nazca esa otra vida? Durante mucho tiempo he ensayado algunas respuestas; ayer, Jorge Eines expresó una que, por el momento, me parece responderla: imaginar es nacer a algo que no existe.

¡Imaginación! No es patrimonio del Arte; la ciencia no existiría sin ella, tampoco la filosofía; pero nosotros la olvidamos con demasiada frecuencia, encandilados por el raciocinio. La imaginación permite visualizar experiencias (lugares, personas, objetos e incluso emociones) con libertad.

La memoria es retrospectiva, recuerda; la imaginación es prospectiva, construye; la primera inmoviliza; la segunda lleva a la acción. De lo dicho, se comprende fácil: la respuesta cierra; la pregunta abre. Conflicto en el cuerpo, no en la palabra. Entender un texto es entender un texto; actuarlo, otra cosa. El cuerpo es el lugar donde se expresa la imaginación.

La técnica construye una poética. En la acción registré su ejercicio sobre el trabajo previo. Espero, superando la pereza, desarrollarlo. En tanto, aquí, sintética:

Autónomo: moverse para encontrar tensiones “personales” y “liberarse de ellas”.
Gimnasia emocional: búsqueda de lo que, emocionalmente, los cuerpos de los personajes ocultan. ¿Búsqueda de las “tensiones” de los personajes?
Ritual: conflicto corporal, “sin violencias”.

Para concluir, por hoy, recuerdo: en cierta ocasión, conversando con un profesor, agradeciéndole por sus enseñanzas, le dije que era un gran maestro; él me respondió que eso sólo había sido posible porque había tenido un buen alumno. Entonces lo tomé como una cortesía de su parte. Después, ya ejerciendo la docencia, fui encontrando el sentido de esas palabras, sentido que hoy calzó exacto cuando Jorge Eines dijo: cuanto más trabajan los alumnos, más trabaja el profesor.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sé sincero; sé artista*

Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario que te acerques más a él. Bien sé que no todos podemos aspirar a crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos expresarnos, abrir causes al caudal que circula en nuestro interior y pugna por exteriorizarse. Y ¿hay acaso forma mejor de hacerlo que por intermedio de “las artes”? No pretendas, si no tienes capacidad para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones imposibles, pero, no por ello, renuncies a manifestarte a través de las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe, pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce sencillo de ser tú verdaderamente. Verás como lo que hagas, despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá conocerte mejor y acercarte más a ti mismo, al verdadero ser que llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad, los prejuicios y el miedo.

Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de lugar, con no pensar en la opinión de los demás y con entregarse al placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo, generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo.

Escribe aunque no “sepas” hacerlo, pinta aunque, al comienzo, te parezca imposible, canta, si lo deseas; hazlo todo por ti mismo, entregándote a esas actividades con sencillez, con amor y con ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás.

*Seguín, C. A. (1993) Tú y la medicina. Lima. Editorial Poniente

lunes, 4 de agosto de 2008

A los que llegan

Enseñar no es imponer a otro los propios caminos o hallazgos...

A los artistas nos interesa el momento creador, ese momento tan esquivo para los genios. Es inútil esperar que acuda a nosotros así porque sí; tenemos que preparar las condiciones y, después de mucho trabajo, tal vez llegue la inspiración.

Leí algo como: "El arte, como la ciencia, desarrolla unos procedimientos, unas técnicas. Con ellas, los artistas y los científicos, partiendo de las diversas experiencias que nos ofrece la vida, pretendemos comprender el mundo, hacer una valoración de él y transmitirlo a otras personas. Pero existe una diferencia esencial entre el arte y la ciencia: los científicos estudian las percepciones de los sentidos para descubrir leyes o conceptos que reflejen una verdad universal; los artistas seleccionamos las percepciones y las ordenamos de forma que manifiesten nuestra propia comprensión personal y cultural".

¿Cómo hacemos esto? No existe un método; el arte tiene tantos como artistas lo cultiven. Sólo sé cómo lo hice algunas veces, pero no tengo la menor idea de cómo lo haré en una nueva oportunidad.

Arribo, pues, con esta doctrina. Creo que sería una irresponsabilidad, como vuestro profesor, pretender inculcarles mi modo de hacer las cosas, pues es poco probable que encuentren, en el ejercicio de la profesión, colegas que trabajen así. Las cosas que me sirvieron, o que aún me sirven, no tienen necesariamente que serles útiles; lo más probable es que no les sirvan. Vengo a hacer las cosas como las “haremos nosotros”, no a desarrollar mi forma ni la de otros.

A juzgar por lo que dicen los estudiosos, el Maestro más socorrido por todos, Constantín Stanislavski, aparentemente no fue comprendido ni por Lee Strasberg (sumo sacerdote del método). No intentaré, pues, un camino semejante.

¿Cómo nos orientaremos? Lo común es pensar de una manera y actuar de otra. Pero creo que en un artista lo externo debe ser consecuencia de lo interno; por eso, demandaré que nuestras acciones sean consecuencia de nuestras convicciones.

jueves, 10 de abril de 2008

Hablando de fotografías

¿Cuántas veces, las fotografías, cederán su valor intrínseco a los sucesos intrascendentes en ellas captadas? ¿Cuántas veces, para la historia, los fotógrafos habrán convertido en arte obras insignificantes?

Este oficio mío, el de mimo, que mis mejores amigos me aconsejaron dejar para dedicarme a algo más seguro, me ha permitido alcanzar muchas de las cosas que ellos quisieran disfrutar; una de ellas: viajar y asistir a eventos artísticos inolvidables. Por supuesto también concurrí a los otros, a esos que lamenté asistir. Pero hoy, recordando, mientras veía algunos retratos en programas, revistas, afiches, me preguntaba: ¿Cuántos de estos espectáculos serán recordados y, tal vez, puestos de ejemplo gracias a estas imágenes? Y muchas corresponden a obras cuyo costo de entrada quisiera que me devuelvan para enviárselo al fotógrafo.

 


sábado, 8 de marzo de 2008

Sólo para reflexionar

Los seres humanos nos consideramos especiales, singulares, diferentes de lo común o general; nos llamamos los reyes de la creación. Lo especial juega un rol trascendente en nuestras vidas, nos es caro hablar de individualidad y, en procura de ella, de nuestra singularidad; hacemos nuestra una conducta particular. Y no es difícil comprobarlo.

En el desarrollo de nuestras vidas nos preocupamos por una tarea en la que nos distinguimos en la preparación o confección de algo y en la cual nos especializamos: en las ciencias, en las artes, en el deporte. Incluso en cada uno de estos ámbitos. En las ciencias: ingeniería, medicina. En ingeniería: civil, mecánica, eléctrica, etc.

No digo nada nuevo enumerando las áreas en las que nos especializamos.

Veamos en el deporte: atletismo, futbol, vóleibol, etc. En el atletismo: 100, 200, 400, 800, 1500 metros planos; salto largo, salto alto, salto triple, jabalina, bala, etc. En futbol: arquero, defensa, delantero.

A ningún entendido se le ocurriría pedirle a un atleta que se prepare para todas las pruebas. Claro, los hay quienes participan en triatlones, pentatlones o decatlones; pero ellos jamás lograrán marcas superiores a las alcanzadas por los especialistas.

Y quienes optamos por el arte también nos especializamos en: música, danza, pintura, escultura, teatro... En el teatro también: actuación, dramaturgia, dirección. ¡El actor! ¿Se aventuraría alguien a sugerirle al actor especializarse? No. Esa iniciativa se consideraría una limitación. La prédica es que un actor debe ser capaz de hacer cualquier personaje.

Menudo lío tiene el novel estudiante de actuación tratando de conocer sus medios y adquirir destreza en su manejo, y ya tiene que pensar en cómo resolver imposibles. ¿Por qué, desde entonces, se le dice que debe ser capaz de hacer cualquier personaje?

El estudiante debería ir conociendo sus posibilidades desde su etapa formativa para desarrollarlas al máximo. Conocer, por ejemplo, su imagen; pues es con ella con la que compondrá personajes. Erróneamente, en mi opinión, comienza por estudiar modelos cuya talla no le va.

Además, es a él a quien el público acudirá a ver, no a las sombras que haga. Las copias no tienen el mismo valor que el original; es más, no tienen valor.

La pintura de color verde pinta de color verde. Nadie lo usa como rojo, salvo los daltónicos.

jueves, 11 de octubre de 2007

El teatro ha muerto

¡El teatro ha muerto! No es posible que, habiéndose desarrollado la tecnología, aún se siga haciendo arte como hace dos mil años; hacer teatro hoy es como escribir con plumas de ganso teniendo una computadora. Así me despidió un amigo hace unos días. Entonces recordé que, en una oportunidad, en el frontis de una universidad norteamericana, apareció cierta mañana el siguiente anuncio: "Dios ha muerto", firmado: Nietzsche; tiempo después, en el mismo lugar, apareció este otro mensaje: "Nietzsche ha muerto", firmado: Dios. Me pregunto, ¿el teatro se acordará de anunciar la muerte de mi amigo? Ha llegado el año 2007 y tengo la convicción de que en el 3000 y los siguientes, el teatro seguirá ofreciendo al hombre el espacio y la libertad para decir lo que quiera decir, hacer lo que quiera hacer y ser lo que quiera ser.

sábado, 11 de agosto de 2007

¡Puntualidad!

Ayer asistí al estreno de una obra de teatro. Acudí con tiempo para adquirir mis entradas y tomar un café con los amigos que, como uno, también se sienten de fiesta en estas ocasiones.

Diez minutos antes de la hora programada hacíamos fila para ingresar a la sala. Media hora más tarde nos preguntábamos por qué nos tenían esperando. ¿Nos estaban preparando para algo? Minutos después escuchamos un «¡mierda!» a coro (señal inequívoca de que los actores aún no estaban listos). Entonces pregunté a mis amigos: ¿desde cuándo es parte del espectáculo lanzar una interjección de esa naturaleza? Conservo como algo íntimo desearse suerte, algo apenas perceptible que no me saque de concentración, definitivamente inaudible para el público.

Cuando ingresamos habían transcurrido cuarenta minutos de espera. En la sala aguardamos otros diez minutos.

El teatro busca transmitir, manifestar, exponer, interesar, comunicar. La comunicación es un acto creativo. En el teatro (en este acto) el público participa activamente, no es un simple receptor; él crea con el actor. En la página 51 de El trabajo del actor sobre sí mismo, Constantin Stanislavski dice: “Es difícil despertar el deseo creador, pero destruirlo es extraordinariamente fácil”. Cuando finalmente se dio inicio a la obra, nuestro ánimo había cambiado, nuestras expectativas por ver la obra habían cedido al mal humor.