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sábado, 15 de mayo de 2010

Mimo al paso

Contraviniendo las indicaciones de mi médico, me encontraba disfrutando plácidamente de un cappuccino en el Café de la Paz cuando un amigo, actor, se presenta y sin más trámite me pregunta:

— ¿Por qué tendría que estudiar mimo?
— ¡Porque te da la gana!
— En serio — insiste
— Hablo en serio

Entonces, se sienta, pide un café y me mira esperando, claramente, una respuesta. Sin más alternativa le digo, citando a alguien que él conoce:

— En su momento, el más socorrido referente contemporáneo de la expresión corporal, el maestro húngaro Rudolf Von Laban, dijo que el teatro se desarrolló a partir del mimo como representación de movimientos interiores por medio de movimientos exteriores. Opinaba que demasiadas palabras y demasiada música podían arrojar sombras sobre la verdad de ese despliegue de esfuerzos, que el interprete desarrolla por medio de sus acciones físicas. Por su parte, Denis Diderot: “No se puede representar sin mimo… Del mimo dependerá la duración de las escenas y tomará color todo el drama... El mimo es el cuadro que existía en la fantasía del poeta cuando escribía...”

— ¡Ya! ¿Dónde das clases?
— En la ENSAD
— Mejor en mi casa…

Pide la cuenta y me propone horarios…

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Seminario, día 1

 Miércoles, 16 de setiembre de 2009
A una semana de la primavera, aún con frío

Obviando algunos lugares comunes, de esperarse en una reunión de personas que nos dedicamos a lo mismo, registro algunas frases que seguramente hemos escuchado y o pronunciado muchas veces; pero pocas, realmente, prestado atención.

Atrapado en su locuacidad argentina, no por eso falso; Jorge Eines nos recuerda, en la primera de diez sesiones, de qué se trata el trabajo de la formación del actor.

Hace algunos años, conversando con el Maestro búlgaro Chavdar Krestev anotaba, como conclusión de nuestras pláticas: el teatro no es la vida, es otra vida. Al pie, anoté una pregunta: ¿Cómo hacer para que nazca esa otra vida? Durante mucho tiempo he ensayado algunas respuestas; ayer, Jorge Eines, expresó una que, por el momento, me parece responderla: imaginar es nacer a algo que no existe.

¡Imaginación! No es patrimonio del Arte; la ciencia no existiría sin ella, tampoco la filosofía; pero nosotros la olvidamos con demasiada frecuencia encandilados por el raciocinio. La imaginación permite visualizar experiencias (lugares, personas, objetos, e incluso emociones) con libertad.

La memoria es retrospectiva, recuerda; la imaginación prospectiva, construye; la primera, inmoviliza; la segunda, lleva a la acción. De lo dicho, se comprende fácil: la respuesta, cierra; la pregunta, abre. Conflicto en el cuerpo, no en la palabra. Entender un texto es entender un texto; actuarlo, otra cosa. El cuerpo es el lugar donde se expresa la imaginación.

La técnica construye una poética. En la acción registré su ejercicio sobre el trabajo previo. Espero, superando la pereza, desarrollarlo. En tanto, aquí sintética:
  • Autónomo: moverse para encontrar tensiones “personales” y “liberarse de ellas”.
  • Gimnasia emocional: de búsqueda de lo que, emocionalmente, los cuerpos de los personajes ocultan, ¿búsqueda de las “tensiones” de los personajes?.
  • Ritual: conflicto, corporal, “sin violencias”.
Para concluir, por hoy, recuerdo: en cierta ocasión, conversando con un profesor, agradeciéndole por sus enseñanzas, le dije que era un gran maestro; él me respondió que eso sólo había sido posible porque había tenido un buen alumno. Entonces lo tomé como una cortesía de su parte. Después, ya ejerciendo la docencia, fui encontrando el sentido de esas palabras, sentido que hoy calzó exacto cuando Jorge Eines dijo: cuanto más trabajan los alumnos, más trabaja el profesor.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sé sincero; sé artista*

Pero no basta que conozcas el arte o que lo admires; es necesario que te acerques más a él. Bien sé que no todos podemos aspirar a crear belleza, pero sé también que, al lado de la capacidad para hacerlo, existe la necesidad de dar salida a inquietudes y aspiraciones que palpitan en todo ser humano. Debemos expresarnos, abrir causes al caudal que circula en nuestro interior y pugna por exteriorizarse. Y ¿hay acaso forma mejor de hacerlo que por intermedio de “las artes”? No pretendas, si no tienes capacidad para ello, producir obras maestras; no aspires a perfecciones imposibles, pero, no por ello, renuncies a manifestarte a través de las mil posibilidades que la actividad artística te ofrece. Escribe, pinta, haz música, creando belleza, si puedes, pero, si no estás destinado a ello, por el puro placer de expresarte, por el goce sencillo de ser tú verdaderamente. Verás como lo que hagas, despojado de todo componente de aspiración egoísta y de todo deseo de afirmación del propio Yo, no sólo te dará una inmensa satisfacción, que no puede ser substituida, sino que te permitirá conocerte mejor y acercarte más a ti mismo, al verdadero ser que llevamos todos dentro, que posee una serie de posibilidades admirables y que es generalmente mucho mejor que el Yo que usamos para vivir todos los días, limitado por la realidad, los prejuicios y el miedo.

Basta con ser sincero; basta con renunciar a pretensiones fuera de lugar, con no pensar en la opinión de los demás y con entregarse al placer del arte por él mismo, por el goce que nos ofrece al permitirnos dar salida a lo más auténtico de nuestro Yo, generalmente estrangulado por la pequeñez de nuestro egoísmo.

Escribe aunque no “sepas” hacerlo, pinta aunque, al comienzo, te parezca imposible, canta, si lo deseas; hazlo todo por ti mismo, entregándote a esas actividades con sencillez, con amor y con ingenuidad y verás cómo tu vida se enriquece, cómo tu horizonte se amplía y tus horas se completan. Verás cómo cada día eres mejor y comprenderás cómo es el sentimiento y no la razón el que nos hace conocer las grandes verdades y nos hace capaces de ser nosotros mismos y, por ese camino, unirnos a los demás.

*Seguín, C. A. (1993) Tú y la medicina. Lima. Editorial Poniente

lunes, 4 de agosto de 2008

A los que llegan

Enseñar no es imponer a otro los propios caminos o hallazgos...

A los artistas nos interesa el momento creador, ese momento tan esquivo a los genios. Es inútil esperar que acuda a nosotros así porque sí, tenemos que preparar las condiciones y después de mucho trabajo tal vez llegue la inspiración.

Leí algo como: "el arte, como la ciencia, desarrolla unos procedimientos, unas técnicas. Con ellas, los artistas y los científicos, partiendo de las diversas experiencias que nos ofrece la vida pretendemos comprender el mundo, hacer una valoración de él y transmitirlo a otras personas. Pero existe una diferencia esencial entre el arte y la ciencia: los científicos estudian las percepciones de los sentidos para descubrir leyes o conceptos que reflejen una verdad universal, los artistas seleccionamos las percepciones y las ordenamos de forma que manifiesten nuestra propia comprensión personal y cultural".

¿Cómo hacemos esto? No existe un método, el arte tiene tantos como artistas lo cultiven. Sólo sé cómo lo hice algunas veces, pero no tengo la menor idea de cómo lo haré en una nueva oportunidad.

Arribo pues con esta doctrina. Creo que sería una irresponsabilidad como vuestro profesor pretender inculcarles mi modo de hacer las cosas pues es poco probable que encuentren, en el ejercicio de la profesión, colegas que trabajen así. Las cosas que me sirvieron, o que aún me sirven, no tienen necesariamente que serles útiles; lo más probable es que no les sirva. Vengo a hacer las cosas como las “haremos nosotros”, no a desarrollar mí forma ni la de otros.

A juzgar por lo que dicen los estudiosos; el Maestro más socorrido por todos, Constantín Stanislavski, aparentemente no fue comprendido ni por Lee Strasberg (sumo sacerdote del método). No intentaré pues un camino semejante.

¿Cómo nos orientaremos? Lo común es pensar de una manera y actuar de otra. Pero creo que en un artista lo externo debe ser consecuencia de lo interno, por eso demandaré que nuestras acciones sean consecuencia de nuestras convicciones.