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jueves, 10 de abril de 2008

Hablando de fotografías

¿Cuántas veces, las fotografías, cederán su valor intrínseco a los sucesos intrascendentes en ellas captadas? ¿Cuántas veces, para la historia, los fotógrafos habrán convertido en arte obras insignificantes?

Este oficio mío, el de mimo, que mis mejores amigos me aconsejaron dejar para dedicarme a algo más seguro, me ha permitido alcanzar muchas de las cosas que ellos quisieran disfrutar; una de ellas: viajar y asistir a eventos artísticos inolvidables. Por supuesto también concurrí a los otros, a esos que lamenté asistir. Pero hoy, recordando, mientras veía algunos retratos en programas, revistas, afiches, me preguntaba: ¿Cuántos de estos espectáculos serán recordados y, tal vez, puestos de ejemplo gracias a estas imágenes? Y muchas corresponden a obras cuyo costo de entrada quisiera que me devuelvan para enviárselo al fotógrafo.

 


sábado, 8 de marzo de 2008

Sólo para reflexionar

Los seres humanos nos consideramos especiales, singulares, diferentes de lo común o general; nos llamamos los reyes de la creación. Lo especial juega un rol trascendente en nuestras vidas, nos es caro hablar de individualidad y, en procura de ella, de nuestra singularidad; hacemos nuestra una conducta particular. Y no es difícil comprobarlo.

En el desarrollo de nuestras vidas nos preocupamos por una tarea en la que nos distinguimos en la preparación o confección de algo y en la cual nos especializamos: en las ciencias, en las artes, en el deporte. Incluso en cada uno de estos ámbitos. En las ciencias: ingeniería, medicina. En ingeniería: civil, mecánica, eléctrica, etc.

No digo nada nuevo enumerando las áreas en las que nos especializamos.

Veamos en el deporte: atletismo, futbol, vóleibol, etc. En el atletismo: 100, 200, 400, 800, 1500 metros planos; salto largo, salto alto, salto triple, jabalina, bala, etc. En futbol: arquero, defensa, delantero.

A ningún entendido se le ocurriría pedirle a un atleta que se prepare para todas las pruebas. Claro, los hay quienes participan en triatlones, pentatlones o decatlones; pero ellos jamás lograrán marcas superiores a las alcanzadas por los especialistas.

Y quienes optamos por el arte también nos especializamos en: música, danza, pintura, escultura, teatro... En el teatro también: actuación, dramaturgia, dirección. ¡El actor! ¿Se aventuraría alguien a sugerirle al actor especializarse? No. Esa iniciativa se consideraría una limitación. La prédica es que un actor debe ser capaz de hacer cualquier personaje.

Menudo lío tiene el novel estudiante de actuación tratando de conocer sus medios y adquirir destreza en su manejo, y ya tiene que pensar en cómo resolver imposibles. ¿Por qué, desde entonces, se le dice que debe ser capaz de hacer cualquier personaje?

El estudiante debería ir conociendo sus posibilidades desde su etapa formativa para desarrollarlas al máximo. Conocer, por ejemplo, su imagen; pues es con ella con la que compondrá personajes. Erróneamente, en mi opinión, comienza por estudiar modelos cuya talla no le va.

Además, es a él a quien el público acudirá a ver, no a las sombras que haga. Las copias no tienen el mismo valor que el original; es más, no tienen valor.

La pintura de color verde pinta de color verde. Nadie lo usa como rojo, salvo los daltónicos.

jueves, 11 de octubre de 2007

El teatro ha muerto

¡El teatro ha muerto! No es posible que, habiéndose desarrollado la tecnología, aún se siga haciendo arte como hace dos mil años; hacer teatro hoy es como escribir con plumas de ganso teniendo una computadora. Así me despidió un amigo hace unos días. Entonces recordé que, en una oportunidad, en el frontis de una universidad norteamericana, apareció cierta mañana el siguiente anuncio: "Dios ha muerto", firmado: Nietzsche; tiempo después, en el mismo lugar, apareció este otro mensaje: "Nietzsche ha muerto", firmado: Dios. Me pregunto, ¿el teatro se acordará de anunciar la muerte de mi amigo? Ha llegado el año 2007 y tengo la convicción de que en el 3000 y los siguientes, el teatro seguirá ofreciendo al hombre el espacio y la libertad para decir lo que quiera decir, hacer lo que quiera hacer y ser lo que quiera ser.

sábado, 11 de agosto de 2007

¡Puntualidad!

Ayer asistí al estreno de una obra de teatro. Acudí con tiempo para adquirir mis entradas y tomar un café con los amigos que, como uno, también se sienten de fiesta en estas ocasiones.

Diez minutos antes de la hora programada hacíamos fila para ingresar a la sala. Media hora más tarde nos preguntábamos por qué nos tenían esperando. ¿Nos estaban preparando para algo? Minutos después escuchamos un «¡mierda!» a coro (señal inequívoca de que los actores aún no estaban listos). Entonces pregunté a mis amigos: ¿desde cuándo es parte del espectáculo lanzar una interjección de esa naturaleza? Conservo como algo íntimo desearse suerte, algo apenas perceptible que no me saque de concentración, definitivamente inaudible para el público.

Cuando ingresamos habían transcurrido cuarenta minutos de espera. En la sala aguardamos otros diez minutos.

El teatro busca transmitir, manifestar, exponer, interesar, comunicar. La comunicación es un acto creativo. En el teatro (en este acto) el público participa activamente, no es un simple receptor; él crea con el actor. En la página 51 de El trabajo del actor sobre sí mismo, Constantin Stanislavski dice: “Es difícil despertar el deseo creador, pero destruirlo es extraordinariamente fácil”. Cuando finalmente se dio inicio a la obra, nuestro ánimo había cambiado, nuestras expectativas por ver la obra habían cedido al mal humor.