Traducir

sábado, 9 de julio de 2011

El mimo y el teatro

Que la mímica es esencial en la carrera del actor es una verdad de perogrullo. Pero, a pesar de que esta es estudiada por el mimo, este no es tomado en cuenta en esta tarea porque, erróneamente definido por un accidente —la prescindencia de palabras—, en general se piensa que se reduce a una suma de habilidades más o menos vistosas, rayanas con la ilusión óptica. Desde esta perspectiva, muchos equivocadamente creen que su aprendizaje conduciría a una brillantez vacía o a maneras estereotipadas.

Es más, se ha arraigado un prejuicio injustificado en los profesores de teatro y, a través de ellos, en los alumnos respecto de la práctica del mimo. Argumentan con mucha facilidad que su ejercicio deforma.

Lo sorprendente es que quienes sostienen esto no tienen antecedentes en este arte; su experiencia se limita a la de espectador de algún programa de Marcel Marceau o de una réplica, cuando no de malas imitaciones.

Asimismo, he tenido la oportunidad de participar en debates donde se calificaba de mimo cualquier ejercicio silencioso o la utilización de algún esbozo técnico de este arte.

Este arte no solamente es un juego silencioso, es una manifestación artística que exige del intérprete todo lo que se le pide al actor parlante; sus principios son los mismos, solo difieren en sus obras.

viernes, 4 de febrero de 2011

Al borde de una taza de café

Me encontraba en un café, resolviendo los problemas del mundo, cuando se acerca un joven y, sin más trámite, me extiende la mano y dice: —Quiero aprender mimo. —¡Qué bien! —¿Dónde queda su escuela? —¿Mi escuela? —Sí, su escuela de mimo. —¡Ah! ¡Mi escuela! No, no tiene local —Ante su expresión de sorpresa, tengo que explicarle—: Cuando hablo de la escuela no me refiero a un espacio físico, un edificio o una casa, sino a un método de enseñar y trabajar este arte. ¿Quieres estudiar mimo? —Sí. —¿Por qué? —Porque quiero enseñar. Ahora hay mucha gente que quiere aprender. —¡Ah! ¿Te parece que sería un buen negocio? —Sí, ahora llaman mimos para todo, hasta para dirigir el tránsito. —¿Cuánto tiempo estás dispuesto a dedicarle al aprendizaje? —Quiero aprovechar el verano, unos tres meses. —¿Te parece que con tres meses sería suficiente para aprender mimo? —Puede ser un poco más, uno o dos meses más para aprender bien. ¿En cuánto tiempo me puede enseñar usted? —Pues me la pones difícil. —¿Por qué? —No se me ocurre cómo enseñarte en unos meses lo que me está llevando años.

Se pone de pie, contrariado, cree que lo desestimo como alumno, me da la mano y se retira. Vuelvo al café y sigo resolviendo los problemas del mundo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Si no sabes ser débil serás derrotado

g2010

Ayer asistí a la graduación de los alumnos que concluyeron sus estudios en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático. Parte pequeña de un grupo que llegó a las aulas con ojos expectantes hace por lo menos cinco años. Entonces no sabían en qué mundo se metían. La mayoría de ese grupo llegaba seducido por la posibilidad de ser famoso y trabajar poco o nada; esa mayoría, al poco tiempo, advirtiendo que perseguían una quimera, se marchó como llegó.

Los tuve en mi aula en sus primeras clases y el primer libro que les pedí leer: El arte de la guerra, les provocó una serie de interrogantes desde el título: ¿Qué tenía que ver el arte de la guerra con estudiar teatro? Hoy no tengo que explicarles qué significa “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después”. Ya son un ejército victorioso, pueden entablar la batalla por la vida.

Ahora, al recibirlos como colegas, permítanme repasar la lectura: “no sólo es necesario evaluar las condiciones del propio comando, sino también las del comando enemigo”. ¿Una interpretación contemporánea? El llamado análisis FODA se aproxima bastante.

¿Por qué digo se aproxima? Porque no se puede compartimentar así la idea de Sun Tzu. El puño deja de serlo si se abre la mano.

Analizar así la realidad podría inducirnos a creer que las debilidades y las amenazas pueden ser “eliminadas”; ¿se puede eliminar la noche, el invierno y sólo disfrutar del día y el verano?

La visión oriental está representada por el símbolo del Ying-Yang: cada cosa depende de su opuesto para su existencia.

El asunto no es, pues, no tener problemas. Como diría un amigo: “Mucho malo”, problema; “mucho bueno”, problema; mucha razón, problema; mucha emoción, problema.

Si así están las cosas, entonces, ¿cómo actuar? La respuesta se encuentra en el mismo texto que, siguiendo su estilo, habla de lo que no habla: "Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado". Actuar con el tiempo: de día, actividad; de noche, descanso. Alternar la actividad con el descanso: mucha actividad, problema; mucho descanso, problema; etc., etc.

sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Cómo se hace un taller?

Hace unos días, persuadido por algunos alumnos y amigos, me animé a desarrollar un seminario sobre didáctica del mimo dirigido a quienes ofrecen o quieren ofrecer talleres de este arte.

¿Cómo se hace un taller? La demanda lleva implícita una actitud responsable no muy frecuente, porque lo común es que se participe en un taller y, al concluir, se ofrezca "como propio" lo que se recibió en él.

Si bien es cierto, cualquiera enseña: los padres a los hijos, los hijos a los padres, los amigos, los enemigos. "Enseñar" es algo un poco más complejo; exige tener claridad en algunas cosas: es necesario saber cómo es que aprendemos, qué procedimientos son más eficaces para enseñar; tener metas claras, principios, planes, un programa de estudios. Así, el problema de la enseñanza se complica un poco más, pero no deja de ser un rol común al ser humano.

Ésta no es una crítica a quienes inician un taller a ciegas. Seguramente te pasó, o pasa, una de estas dos cosas:
  1. Te solicitan unas lecciones de eso que acaban de verte hacer (me pasó a mí) y, aunque no eres profesor, tienes que decidir entre negarte o aceptar. Si te niegas, dirán que eres un egoísta, que quieres el conocimiento para ti solo.
  2. Sabes algo que quieres compartir y te ves enfrentado al problema de no saber cómo ofrecer la lección.
No te ofrezco la panacea pedagógica, sólo treinta años de experiencia y algunos resultados que me animan a decirte que esto que aprendí estudiando y enseñando te puede servir.

Conversando sobre esto, otros amigos me cuestionaron: ¿por qué sólo para mimos? Tuve que reconocer que, en verdad, no era sólo para mimos. Porque, si bien esta experiencia estará particularizada por ese enfoque, lo que vamos a tratar y desarrollar es semejante a cualquier situación de enseñanza–aprendizaje que se podría presentar en una relación maestro–alumno. Así que, las orientaciones que alcanzaré sobre la didáctica son de uso en un taller de mimo, de teatro, expresión corporal, malabarismo, etc.